¡A mí me funciona!

bienHoy me apetecía hablar de una frase que he escuchado mucho durante mi vida, y especialmente cuando critico cosas que no tienen base científica. Me refiero a las palabras “a mí me funciona”, que cuando se pronuncian parece que contienen una verdad inapelable, pero que solo demuestran el convencimiento de la persona, no que lo que cree es cierto. Hoy, te quiero hablar un poco del debate entre la razón y los sentimientos.

¿Cómo funciona la ciencia?

La ciencia es el mejor, y en mi opinión, el único método válido para explicar el mundo. Funciona de una manera tan simple como poderosa. Tienes una teoría, diseñas un experimento para poder confirmarla o rechazarla. Salen unos resultados, les pones a disposición de todos, y cualquiera puede ver cuál ha sido tu experimento, y en qué condiciones lo has hecho.

Si descubres algo interesante, que confirma la ciencia anterior o al contrario rompe con ella, es muy probable que otros científicos analicen tu estudio, repitan los experimentos, y saquen sus propias conclusiones. Si la repetición de los experimentos lleva a los mismos resultados y hay consenso en la metodología que empleaste, entonces tu teoría pasa a ser algo aceptado. Puede que estés equivocado, y que esa teoría se considere válida durante cierto tiempo. Pero al final siempre aparecerá otro científico con otro experimento que demostrará que no valía, o que era incompleta en ciertas condiciones.

Así funciona la ciencia. Es un progreso en común, con una metodología rigorosa, y que se va acumulando poco a poco. De hecho, lo gracioso es que muchas personas que ponen en duda la ciencia en realidad usan un gran número de sus descubrimientos cada día sin cuestionarlos.

¿Por qué decir “a mí me funciona” no sirve para nada?

Esa frase no tiene ninguna validez, porque la persona que la pronuncia no tiene pruebas científicas que respalden su sentimiento. Voy a poner uno de los ejemplos más habituales y más polémicos: la homeopatía. Muchas personas la defienden, y su argumento suele ser este ya famoso “a mí me funciona”. Pero, ¿Cómo saben que ha sido la homeopatía y no el efecto placebo? ¿Cómo saben que ha sido la homeopatía y no el final normal de la enfermedad que tenían? No lo saben. Están convencidos. Es muy diferente. Sin embargo, cuando vamos a las fuentes de información serias, como el Ministerio de Salud de España, nos encontramos con frases como “hasta el día de hoy, no hay pruebas concluyentes de que la homeopatía funcione más allá del efecto placebo”. Pues mira que se han hecho estudios de impacto! Lo que pasa que por uno que parece indicar que la homeopatía funciona, hay 100 que dicen que no.

a-mi-me-funciona¿Una gran conspiración?

La mayoría de las personas que están convencidas de una cosa se refugian en el “a mí me funciona”, porque saben que difícilmente puedes arrebatar este argumento sin entrar en el territorio pantanoso de criticar la apreciación personal. Pero hay una proporción pequeña de gente que simplemente niega la evidencia. Prefieren decir que todos los resultados de la ciencia están falseados para satisfacer los intereses de las grandes farmacéuticas antes que aceptar que lo que creen no es cierto. Esas teorías de la conspiración son una respuesta un poco infantil al choque con una realidad distinta a lo que creen. Y por supuesto, las personas que las afirman no disponen de pruebas. Dicho sea de paso, afirmar esas cosas, o cosas peores como lo que he leído alguna vez como que “se puede curar el cáncer con tratamientos caseros pero no se hace porque las grandes farmacéuticas ganan millones con la quimioterapia”, implica algo más grave. En efecto, si las conspiraciones fueran ciertas, entonces los médicos o serían muy tontos y no se enterarían, o serían muy malvados y se aprovecharían del tema. Todos ellos.

No voy a defender que las empresas farmacéuticas son unos angelitos que solo piensan en el bienestar general, pero de allí a inventarse que se han burlado todo el sistema científico a todos los niveles en todos los países y que todo el mundo calla, hay un trecho.

De hecho, un buen ejemplo de que las empresas farmacéuticas buscan sus beneficios es que algunas de ellas fabrican y comercializan productos de homeopatía, cuando no sirven más allá del efecto placebo. Se aprovechan de la falta de información y del convencimiento de las personas, además de cierta flexibilidad por parte de los poderes públicos, que no suelen hacer mucha publicidad sobre lo inútil que es la homeopatía. Pero tampoco pueden ir por allí listando todas las cosas que no sirven, desde la astrología hasta la homeopatía.

Ciencia y religión

Uno de los temas delicados de la lógica científica es que tarde o temprano, llega a enfrentarse con las falsas creencias y las supersticiones. Pero algunas de esas supersticiones están muy arraigadas en la cultura popular. Son creencias que tienen cientos, inclusos miles de años, y que provienen de una época en la cual la sociedad era mucho menos educada, cuando la inmensa mayoría de la gente ni sabía leer, cuando las mujeres no tenían derechos, cuando la rueda era el elemento tecnológico más avanzado, etc.

Hoy en día, la inmensa mayoría de la gente considera normal haber dejado atrás muchos de los comportamientos antiguos, y mucho de los prejuicios. Sin embargo, algunas supersticiones perduran, dentro del formalismo y de la aparente legitimidad de las organizaciones religiosas. De hecho, cuando una persona estudia la posibilidad de la existencia de dios desde un punto de vista científico, lo normal es que llegué a la conclusión que es tan poco probable que exista que se puede afirmar que no existe. La inmensa mayoría de los grandes científicos son ateos (hablo de más de un 90%), aunque, evidentemente, siempre hay alguno que no lo es.

Si una persona intenta usar la razón para convencer a un creyente de que no hay dios, obtiene una respuesta muy similar al “a mí me funciona”, que es algo como “yo sé que existe, puedo sentirlo”. Y de nuevo nos encontramos con ese terreno pantanoso. Es muy difícil atreverse a arrebatar este argumento, porque es un tema muy emocional, y lo más probable es que no se consiga nada más que una disputa. A una persona convencida de algo tan personal como la religión, que además es una creencia que se transmite en la familia, y por eso suele tener tanta carga afectiva, no le quieres decir: “no importa lo que sientas o creas, no es relevante, lo que importa son los hechos, y los hechos indican que la existencia de un dios es altamente improbable”. No quieres decirlo, y normalmente te callas. Esperas que al hilo de otras conversaciones, de eventos y demás, esa persona saque sus propias conclusiones y se dé cuenta de su error. En la mayoría de los casos, no ocurre, pero quien sabe.

En realidad, que una persona sea creyente o no importa poco al nivel individual. Lo que importa, por supuesto, es si esa persona es una buena persona, sus cualidades, sus defectos, etc. Pero el problema es que las personas creyentes se agrupan en organismos que tienen un poder de influencia sobre el mundo y que afectan la vida de los demás, a menudo de una manera negativa, aunque también haya aportaciones positivas.

Criticar las ideas y las creencias no es criticar a las personas

Antes de terminar este artículo, quiero aclarar una cosa. Lo que escribí es mi opinión. Evidentemente, creo que se basa en la metodología científica y creo que tengo razón, pero eso no significa que tenga una opinión negativa sobre las personas que creen en la homeopatía, en la astrología, o en dios. Creo que están equivocadas, pero critico las ideas y los razonamientos, en ningún momento es una crítica a las personas con esas creencias ni a su inteligencia. Mi opinión es que muchos de esas creencias vienen influenciadas por los sentimientos, y que eso es lo que hace difícil romper con ellas.

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