Si eres un lector habitual del blog, quizás te hayas dado cuenta que procuro que los contenidos de los posts siempre se basen en información contrastada. Como mi intención es tener un tono fácil de entender y publicaciones más bien cortas, no suelo mencionar bibliografía ni referencia a estudios, pero antes de afirmar algo, procuro revisar que la fuente es fidedigna. Leo demasiadas informaciones falsas o poco contrastadas por Internet, y no quiero contribuir a la desinformación, todo lo contrario. Porque tenemos una herramienta genial, llamada ciencia, y te voy a explicar porque es importante cuidarla.
La verdad importa
Hace unas semanas, escribí un artículo que hablaba de una de las falacias lógicas más habituales en nuestra sociedad actual, el argumento anecdótico. Consiste en citar la experiencia personal como justificación de que una cosa es válida. Llamé el artículo, “a mí me funciona”, y expliqué porque era un razonamiento equivocado.
Cito esta falacia porque últimamente he notado que la opinión personal tiene más valor que los hechos. Es decir, que para muchas personas, la opinión, o la creencia, es más importante que la verdad. Y aunque pueda entenderlo desde el punto de vista psicológico, es un error gravísimo. Importa la verdad. Las opiniones son relativas.
Y claro, la verdad no siempre se conoce. A veces tenemos que intentar adivinar, postular, y no estamos seguros de que hayamos acertado. Pero no decidimos en base a una opinión. Escogemos la hipótesis más probable, en función de datos objetivos.
La ciencia nos ha aportado tanto
El método científico funciona. En las últimas décadas ha permitido mejorar mucho nuestras vidas. La salud es sin duda uno de los campos en los cuales hemos progresado de forma más espectacular. Descubrir microorganismos como bacterias y virus nos hizo trabajar para tener una mejor higiene, un mejor acceso al agua potable, sistemas de alcantarillado, y por supuesto, el diseño de medicamentos y tantas otras cosas.
¿Por qué funciona la ciencia?
El método científico es muy poderoso por una razón: no se basa en opiniones, sino en hechos. Por ejemplo, cuando se dice que practicar media hora de ejercicio moderado cinco veces a la semana es bueno para la salud, es porque detrás de esa afirmación hay decenas de estudios que han mostrado una disminución significativa de ciertas dolencias cuando las personas practicaban regularmente deporte.
Y no basta con publicar un estudio y resultados. A su vez otras personas van a tomar las hipótesis, volver a hacer el experimento, y comprobar si se obtienen los mismos resultados. Otras cambiarán ligeramente las condiciones del estudio, y volverán a medir resultados.
Un día, quizás alguien descubra algo que muestre que no es el ejercicio físico en sí el que es beneficioso, sino el estado mental de la persona durante el ejercicio. Estoy inventando totalmente eso último, solo para poder un ejemplo de evolución de la ciencia. Si los estudios demostrasen que es cierto, entonces la ciencia evolucionaría, y las recomendaciones de los médicos cambiarían, etc.
Con la ciencia, se usa lo que funciona. Pero no según la opinión de una persona, o de dos, sino según resultados medidos una y otra vez. Y lo que no funciona se descarta.
El peligro de las pseudociencias
Seguro que ya te has dado cuenta que hay en el mercado miles de productos y servicios, especialmente para la salud, que afirman tener ciertas propiedades científicas, pero no las tienen. Cuando son productos alimentarios, el peligro es un poco menor, porque la regulación tiene cierto control, pero aun así los fabricantes usan muchas técnicas engañosas, como la estrategia del asterisco.
Peor, a veces hay pseudociencias que se han impuesto en la sociedad, con el apoyo de personas respetables. El caso más claro es la homeopatía, que tras 200 años aún no ha demostrado su eficiencia, pero que sin embargo cuenta con el apoyo de algunos médicos y empresas farmacéuticas. Se llaman así porque se disfrazan de ciencia y de respetabilidad, cuando no hay resultados demostrados de su eficacia.
Las pseudociencias son peligrosas porque no funcionan. Si el día de mañana hay un consenso científico porque se aportan nuevas pruebas, perfecto, ya dejarán de ser pseudociencias. Pero hoy en día hacen más daño que bien, porque hace que las personas tomen decisiones basadas en datos equivocados. En temas de salud, puede tener consecuencias muy malas.
Hasta las personas más esotéricas confían en la ciencia
El otro día veía en Youtube una entrevista entre dos personas, un religioso y un ateo científico. El ateo dijo a su oponente: supongamos que estamos usted y yo en una piscina, y por algún motivo, usted se ahoga. Supongamos que consigo sacarlo del agua. Puedo hacer los movimientos de reanimación de socorrismo que hemos aprendido de la ciencia, o puedo rezar por usted. ¿Qué prefiere que haga?
Todos los días usamos coches, televisores, teléfonos móviles, y demás. Sí, incluso las personas que creen que la Tierra es plana usan teléfonos que les indican su ubicación precisa gracias a satélites en órbita, que están allí por la gravedad, una ley de física que esas personas simplemente niegan.
Hay una doble moral clarísima de una parte de la sociedad. No cuestionan los logros de la ciencia, los usan a diario, y sin embargo, son capaces de argumentar en contra del concepto de ciencia, o a favor de razonamientos que no son nada científicos.
No juzgo a las personas, solo critico las malas ideas. Muchos podemos tener la tentación de sentirnos supersticiosos, de confundir coincidencia con causalidad. Nuestra psicología nos engaña. Pero también tenemos lógica y razón, y debemos ser capaces de usar esas habilidades para juzgar lo que funciona de forma objetiva, no por nuestros sentimientos o nuestras opiniones.
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