Si quieres que tu relación dure en el tiempo, va a tener que estar basada en el diálogo, una visión compartida y la compatibilidad de vuestras personalidades. Eso tiene muy poco que ver con el amor pasional que normalmente sucede en la primera fase de la relación, el llamado enamoramiento, que tantas parejas no superan por no aceptar la vuelta a una realidad menos ideal. Entonces, ¿por qué no plantearse no enamorarse? O más bien, construir un amor menos intenso pero más duradero.
Víctimas de la evolución
Es muy difícil saber por qué motivo nos puede gustar otra persona. Algunas personas lo racionalizan con argumentos sobre rasgos físicos o de personalidad. Otras creen que el amor es un concepto místico, casi supernatural. Otras mezclan razón y misticismo dentro de un sistema de creencia basado en pseudociencias como la astrología o la numerología.
Los científicos dicen que uno de los motivos principales de esa atracción sigue siendo la necesidad evolutiva de encontrar una pareja compatible para la reproducción. Algunos experimentos han mostrado una relación entre la atracción y la compatibilidad genética. A menudo nos gustan personas de orígenes diferentes. Creemos que es por la novedad, pero quizás sea simplemente porque tienen un genoma muy diferente, y entonces una posible descendencia tendría más opciones de sobrevivir.
Hemos avanzado mucho en medicina y sanidad, pero seguimos en parte víctimas de esa evolución.
De todos modos, da igual el motivo. La realidad es que cuando nos gusta alguien y hay reciprocidad, en muchos casos se produce un enamoramiento rápido. Perdemos la visión objetiva sobre la otra persona. Todo nos parece perfecto y encantador, y queremos estar en su presencia lo más posible.
El enamoramiento tiene una función evolutiva. Dura unos meses, el tiempo suficiente para que una pareja pueda tener un bebé. Normalmente, al año, a veces a los dos años, desaparece ese amor intenso, y las diferencias afloran. Y allí es cuando se complica la cosa.
Una transición muy complicada
La desaparición del enamoramiento trae varias complicaciones.
- Primero, no es necesariamente uniforme para las dos personas. Si uno de los dos empieza a sentir menos atracción, si empieza a notar los defectos de la pareja, pero la otra persona sigue muy cegada, entonces puede que la primera persona se asuste ante el diferencial.
- Otro problema es la aceptación de las imperfecciones. Lo que antes nos parecía una forma muy mona y original de hablar puede convertirse de un día a otro en algo pesado. Y no ha cambiado la otra persona, sino nuestra percepción sobre ella. Hay mil pequeños detalles que cuesta aceptar. Por mucho que sepamos que no existe la pareja ideal.
- Finalmente, un reto importante es saber identificar las diferencias aceptables y las que no. ¿Cuándo saber si tienes que ser comprensivo y aceptar una cosa que no te gusta, o al contrario si tienes que pedirle a la otra persona que cambie, o incluso dejar la relación? Eso depende mucho de los objetivos vitales de cada uno y de sus prioridades.
A veces, sabes perfectamente que las cosas no van a salir bien. Por ejemplo, tú tienes clarísimo que no quieres hijos, y tu pareja tiene clarísimo que quiere tenerlos. ¿Qué suele pasar? Que al principio la atracción y el enamoramiento hacen que ambos piensen: ya resolveremos el tema cuando toque. El amor puede incluso relativizar las cosas. Uno pensará que quizás podría tenerlos, dadas unas ciertas circunstancias, mientras el otro opina que podría renunciar a ello, ya que el amor es tan bonito. Pero luego las cosas se enfrían un poco y la realidad vuelve. Uno quiere, el otro no. Callejón sin salida. Final de trayecto.
¿Y si la solución fuera no enamorarse?
Piénsalo. En lugar de una atracción pasional conoces a alguien que te cae muy bien. A medida que va pasando el tiempo os dais cuenta que congeniáis genial, que compartís objetivos vitales, tenéis la misma ética, los mismos valores, intereses parecidos. En otras palabras, sois grandes amigos.
¿Y si fuera esa la solución para durar? Si aprecias a la persona por cómo es realmente, si la conoces desde hace mucho tiempo, sin la deformación del prisma del deseo, entonces quizás deberíais intentarlo.
El roce hace el cariño. Con la irrupción de la intimidad dentro de una relación de amistad puede aparecer el amor. A veces, por mucho que conocieras a la persona, sucede la misma fase de enamoramiento que con otras. En otras ocasiones, se trata de un sentimiento menos intenso, pero más maduro, parecido al que tienen entre ellas las personas que han conseguido consolidar su relación de pareja con los años.
Desde luego, no es la situación más habitual para empezar una relación de pareja, pero ocurre, y a menudo sale muy bien. Porque cuando se desvanece el enamoramiento, sigue estando allí la persona tan compatible, esa gran amistad, pero con el valor añadido de la intimidad y la complicidad de vivir en pareja.
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Lo de la falta de comunicación es totalmente cierto!.. muy bueno este artículo!
Las relaciones de pareja no necesariamente deben ser complicadas, pero existen ciertas actitudes que pueden generar conflicto y llevarlas al fracaso. De acuerdo con un estudio de la Universidad Harvard, cuando las relaciones de pareja son tóxicas estas no se dan cuenta, es decir, que evaden la situación, es por eso que pueden durar muchos años sin terminar con ello.
Entre algunas cosas que ‘matan’ el amor en la pareja se tiene:
1.-Celos
2.-Mentiras
3.-Criticas destructivas
4.-Falta de comunicación
En mi experiencia estos factores han sido determinantes para acabar con una relación pero por otro lado hay formas de enmendar e incluso recuperar la salud en la relación.