Una medida muy sencilla podría tener grandes resultados en el consumo de alimentos más saludables por parte de los ciudadanos. Consistiría en introducir en los productos alimenticios un sistema de códigos de colores en la industria alimentaria. Actuaría como complemento visual a la información que ya existe hasta ahora sobre el valor energético. Algunos experimentos ya han demostrado la eficacia del sistema.
Información completa pero confusa
Hoy en día, quien afirme que no se tiene información sobre las consecuencias del consumo de los alimentos que compramos en el comercio puede ser rápidamente contradicho. La normativa obliga a los fabricantes a proveer numerosas informaciones sobre sus productos, como el valor energético, el reparto entre proteínas, grasas, azúcares, o la lista de ingredientes.
Si embargo, se trata de muchos datos difícilmente comparables. Para valorar si un producto es mejor que otro, tendríamos que pararnos en cada artículo, y apuntar una a una algunas variables. Eso sin contar que habría que buscar el cuadro de información de la etiqueta nutricional, cuyo formato suele variar. Aunque solo nos limitáramos al valor energético por 100 gramos, tardaríamos mucho tiempo en hacer la compra.
La ventaja del código de colores en la industria alimentaria
Ahora imaginemos que además de la información actual se añadiera a todos los productos una etiqueta muy visible con un código de colores sencillo. Rojo si el alimento es muy calórico, amarillo si es intermedio y verde si es poco calórico. Colocando esta señal en todos los alimentos los consumidores podrían decidir en unos segundos si compran o no un alimento.
Se podría encargar la clasificación de los alimentos a una agencia pública, la misma encargada de velar a la calidad y seguridad de la alimentación.
El experimento del hospital de Massachusets
Durante 9 meses, entre 2009 y 2010, el General Hospital de Massachussets llevó a cabo un experimento interesante. Clasificaron los alimentos y las bebidas de su cafetería con estos códigos (rojo, amarillo y verde). Las compras de los 4.600 empleados del centro fueron analizadas de forma pormenorizada durante todo el estudio. El resultado del experimento fue bastante claro. Registraron una caída del 15% del consumo de alimentos “rojos” y una bajada del 29% del consumo de bebidas “rojas”. Además, vieron un incremento del consumo de los productos “verdes”.
Los resultados han sido publicados en el American Journal of Preventive Medecine, y se pueden consultar online (en inglés).
¿Una aplicación a gran escala?
Si extrapolemos los resultados de este estudio al consumo de una nación como España, los beneficios de implementar tal sistema podrían ser enormes. Una bajada del 15% del consumo de los productos más calóricos tendría por supuesto un impacto medible en fenómenos como el sobrepeso y la obesidad. La alimentación no es el único factor para tener un peso adecuado. Por ejemplo, la actividad física es un elemento primordial. Pero el patrón de consumo influye de forma notable.
Merece la pena lanzar un debate sobre esta propuesta de códigos de colores para una alimentación más saludable. Algunos grupos de intereses de la industria alimentaria seguramente se opondrán. Se puede anticipar un rechazo especialmente fuerte de aquellos grupos que venden muchos alimentos calóricos. Pero, con el paso de los años han ido implementándose muchas medidas a favor de la información de los consumidores. En mi opinión, este tipo de iniciativa podría tener éxito a medio y largo plazo.
¿Qué te parece establecer un sistema de códigos de colores en la industria alimentaria? Puedes opinar en los comentarios.
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